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M.3 ¿Qué dice la Biblia acerca de los soldados?

Creyente y militar

Cuando algunos soldados acuden a Juan el Bautista y le preguntan qué deben hacer, les dice que han de llevar una vida honesta como soldados (Lucas 3,14). No les dice que depongan las armas, o que dejen el ejército. Los textos del Antiguo Testamento que parecen declarar que Dios quiere guerras, hay que leerlos siempre a la luz del mensaje de amor de Jesús en el Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento da varios ejemplos de soldados cristianos y oficiales que son grandes creyentes en Jesús, sin dejar de estar en el ejército (Mateo 8, 8-13). A los pies de la cruz [> 1,26], los soldados que fueron testigos de la horrible muerte de Jesús profesan su fe junto con su oficial: ‘¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!’ (Mateo 27, 54).

Los soldados se ven a menudo bajo una luz muy positiva en la Escritura. Cada acto del soldado debería ser guiado por el primer mandamiento del amor.
La sabiduría de la Iglesia

¿Cómo leer “No matarás”?

Recordando el precepto: “No matarás” (Mt 5, 21), nuestro Señor pide la paz del corazón y denuncia la inmoralidad de la cólera homicida y del odio. La ira es un deseo de venganza. “Desear la venganza para el mal de aquel a quien es preciso castigar, es ilícito”; pero es loable imponer una reparación “para la corrección de los vicios y el mantenimiento de la justicia”. Si la ira llega hasta el deseo deliberado de matar al prójimo o de herirlo gravemente, constituye una falta grave contra la caridad; es pecado mortal. El Señor dice: “Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal” (Mt 5, 22) [CCC 2302].

¿Qué quiere decir “Amad a vuestros enemigos”?

El odio voluntario es contrario a la caridad. El odio al prójimo es un pecado grave cuando se le desea deliberadamente un daño grave. “Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial...” (Mat 5, 44-45) [CCC 2303].

¿Qué dice la Biblia acerca de la paz?

La paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el “Príncipe de la paz” mesiánica (Is 9, 5). Por la sangre de su cruz, “dio muerte al odio en su carne” (Ef 2, 16; cf Col 1, 20-22), reconcilió con Dios a los hombres e hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género humano y de su unión con Dios. “El es nuestra paz” (Ef 2, 14). Declara “bienaventurados a los que construyen la paz” (Mt 5, 9). [CCC 2305].

Esto es lo que dicen los Papas

“La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres” [Papa Pablo VI, Populorum Progressio, 76].