1.44 ¿Seremos juzgados nada más morir?
En nuestra vida siempre tenemos la oportunidad de elegir a Dios y su amor. Inmediatamente después de nuestra muerte cada uno seremos juzgados sobre la base de lo que hicimos o dejamos de hacer.
Si elegimos a Dios durante nuestra vida, entonces iremos al cielo, posiblemente vía purgatorio. Si alguien deliberada y conscientemente rechaza el amor de Dios durante su vida, estará eligiendo el infierno. Las personas que hacen lo mejor para vivir como cristianos y amar a Dios y a sus prójimos no necesitarán temer el juicio. Dios quiere que todos vayamos al cielo.
¿Seremos juzgados después de la muerte?
El llamado juicio particular o personal ocurre en el momento de la muerte del individuo. El juicio universal, llamado también Juicio Final, se dará el último día, en el fin del mundo, cuando el Señor venga de nuevo.
Al morir, cada persona llega al momento de la verdad. En ese momento ya no será posible reprimir u ocultar nada; nada más podrá ser cambiado. Dios nos verá como somos. Estaremos ante su tribunal, donde se proclama y se produce lo que es justo. Quizás todavía tengamos que someternos a un proceso de purificación, o tal vez podamos caer en los brazos de Dios inmediatamente. Pero tal vez estemos tan llenos de maldad, odio y negación de todo que apartaremos nuestro rostro del amor para siempre, lejos de Dios. Una vida sin amor no es más que el infierno. [Youcat 157]
¿Qué es el infierno?
El infierno es la eterna separación de Dios, la ausencia absoluta del amor.
Aquél que muere en plena conciencia y voluntad, en pecado grave, y que no se haya arrepentido previamente de eso, rechazando el amor de Dios que perdona con misericordia, se excluye de la comunión con Dios y con los santos. Nuestra libertad hace posible que tomemos tal decisión. Jesús advierte constantemente para el hecho de que podamos separarnos definitivamente de Él, cerrándonos ante las necesidades y carencias de nuestros hermanos y hermanas. “¡Apártense de mí, malditos! […] Cuantas veces dejaron de hacer por uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí también me lo dejaron de hacer.” (Mt 25, 41.45) [YouCat 161]
¿Cómo se puede conciliar la existencia del infierno con la infinita bondad y misericordia de Dios?
Dios quiere que “todos lleguen a la conversión” (2ª Pe 3,9), pero, habiendo creado al ser humano para ser libre y responsable, respeta nuestras decisiones. Por lo tanto, es el propio ser humano, el que, con plena autonomía, se excluye voluntariamente de la comunión con Dios, si en el momento de su propia muerte, persiste en el pecado mortal y rechaza el amor misericordioso de Dios. [CCIC 213]
¿Qué es el Juicio Final?
El Juicio Final tendrá lugar en el fin del mundo, en la segunda venida de Cristo. "Todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán, los que hicieron lo bueno, a la resurrección de la vida, y los que hicieron lo malo, a la resurrección del juicio" (Jn 5, 29).
Cuando Cristo vuelva en gloria, su esplendor pleno brillará sobre nosotros. La verdad saldrá a la luz: nuestros pensamientos, nuestras obras, nuestra relación con Dios y con los demás, nada permanecerá oculto. Reconoceremos el significado último de la creación, comprenderemos los maravillosos caminos de Dios por el bien de nuestra salvación, y finalmente recibiremos también una respuesta a la pregunta de por qué el mal puede ser tan poderoso si Dios es de hecho el Todopoderoso. El Juicio Final también es nuestro día ante la corte que nos juzgue. Aquí se decidirá si nos levantaremos a la vida eterna o si nos separaremos de Dios para siempre. Para aquéllos que hubieren elegido la vida, Dios actuará creativamente una vez más. En un "nuevo cuerpo" (ver 2ª Cor 5) vivirán para siempre en la gloria de Dios y lo alabarán con cuerpo y alma. [Youcat 163]
¿Cuándo se llevará a cabo este juicio?
Este juicio se llevará a cabo en el fin del mundo y de esto solamente sabe Dios la hora y el día.
Todas las almas tienen, al abandonar este mundo, sus diversas recepciones. Tienen gozo las buenas; tormentos, las malas. Pero, cuando se haya dado la resurrección, tanto el gozo de los buenos será muy intenso, como muy rigurosos los tormentos de los malos, ya que serán torturados con el cuerpo… Todos de igual forma vamos a recibir esto, porque cada uno recibe, cuando muere, el descanso que se da inmediatamente tras la muerte, si es digno de él. [San Agustín, Sobre los Evangelios de San Juan 49,10 (ML 35, 1751)]