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1.47 ¿Debería tener miedo del purgatorio?

¿Cielo, infierno o purgatorio?

Dios instituyó el purgatorio porque es infinitamente misericordioso y amoroso. Él quiere que todos sean salvos y que estén con él en el cielo. Por lo tanto, vamos al purgatorio si nuestra alma todavía carga con pecados, o con restos de pecados, en el momento de nuestra muerte.

En el purgatorio seremos purificados y nos prepararemos para ir al cielo, porque experimentaremos la ignominia y el remordimiento por nuestros pecados. El purgatorio es temporal. Las personas que sufren aquí en la tierra debido a la guerra, el dolor, la tortura o la persecución ya están siendo purificadas para el cielo (Mt 5: 4-10)Mt. 5:4-10: Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de corazón limpio, porque verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.. Nuestro tiempo en el purgatorio también puede ser reducido a través de la oración, el sacrificio de la Santa Misa, y por otros medios.

No tengas miedo: Dios te quiere en el cielo. En el purgatorio «barrerán» tus pecados (pendientes), para preparar tu vida eterna con Dios.
La sabiduría de la Iglesia

¿Qué es el purgatorio?

El purgatorio, a menudo imaginado como un lugar, es en realidad una condición. Aquél que muere en la gracia de Dios (y por lo tanto en paz con Dios y los hombres) pero que todavía necesita purificación antes de poder ver a Dios cara a cara está en el purgatorio.

 

Cuando Pedro traicionó a Jesús, éste se volvió y lo miró: "Y Pedro salió y lloró amargamente" (cf. Lc. 22, 6ss). Se trata aquí de una sensación, de un sentimiento, como el de estar en el purgatorio. Tal purgatorio probablemente nos espera a la mayoría de nosotros en el momento de nuestra muerte: el Señor nos mira lleno de amor, y nosotros sentimos una ardiente vergüenza y un doloroso remordimiento por nuestro comportamiento malvado o "meramente" insensible. Solo después de este dolor purificador seremos capaces de encontrarnos con su amorosa mirada en una alegría celestial pura. [Youcat 159]

¿Cómo podemos nosotros ayudar a las almas a ser purificadas en el purgatorio?

Gracias a la comunión de los santos, los fieles que todavía son peregrinos en la tierra pueden ayudar ofreciendo oraciones en sufragio de las almas del purgatorio, ofreciendo especialmente el sacrificio eucarístico. También se las puede ayudar con limosnas, indulgencias y obras de penitencia. [CCIC 211]

¿De qué manera la Iglesia participa en el sacrificio eucarístico?

En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se convierte también en el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. Las vidas de los fieles, sus alabanzas, sus sufrimientos, sus oraciones, sus trabajos, están unidos a los de Cristo. En la medida en que es un sacrificio, la Eucaristía se ofrece igualmente por todos los fieles, vivos y difuntos, en reparación por los pecados de todos y para obtener beneficios espirituales y temporales de Dios. La Iglesia en el cielo también está unida a la ofrenda de Cristo. [CCIC 281]

¿Podemos nosotros ayudar a aquéllos que ya han fallecido y que se encuentran en el purgatorio?

Sí, dado que todos los que han sido bautizados en Cristo forman una sola comunión y están unidos entre sí, los vivos también pueden ayudar a las almas de los fieles que partieron al purgatorio.

 

Cuando una persona muere, no puede hacer nada más por sí misma. El tiempo de probación activa es pasado. Pero podemos hacer algo por los fieles difuntos en el purgatorio. Nuestro amor se extiende a la otra vida. A través de nuestro ayuno, oraciones y buenas obras, pero especialmente a través de la celebración de la santa eucaristía, podemos obtener gracia para los difuntos. [Youcat 160]

Esto es lo que dicen los Padres de la Iglesia

Puedes limpiarme en esta vida, y hacerlo de tal manera, que después de eso no tenga necesidad del fuego purificador, necesario para aquéllos 'que deben ser salvos, pero así como a fuego' (1 Cor 3,15). Y porque está dicho, 'él será salvo', se piensa en ese fuego a la ligera. Por todo esto, aunque debemos ser 'salvados por el fuego', sin embargo, ese fuego será más penoso y el dolor más intolerable que lo que cualquier ser humano pueda sufrir en esta vida. [San Agustín, Exposiciones sobre los salmos, 37: 3 (ML 36,397)]