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1.38 ¿Por qué María es tan importante?

María y los ángeles

María fue elegida por Dios para dar a luz a Jesús y criarlo. Al hacer esto, también cooperó en la salvación de todas las personas. Era una mujer profundamente religiosa que amaba a su hijo de todo corazón. Cuando Jesús tuvo que sufrir, sufrió con él.

Cuando Jesús estuvo colgado en la cruz, le dijo a su discípulo Juan: "Mira a tu madre" (Jn 19:27). Con estas palabras, María se convirtió en madre de todos nosotros; esto significa que todos podemos ser discípulos de Jesús. María está muy cerca de Jesús en el cielo. Podemos pedirle que ore por nosotros, cosa que ella hace con mucho gusto.

María es única e importante para nosotros; «llena de gracia» (Lc 1,28) y «bendita entre las mujeres». Es «la madre del Señor» (Lc 1,43).
La sabiduría de la Iglesia

¿De qué manera es la Santísima Virgen María el ícono escatológico de la Iglesia?

Mirando a María, que es completamente santa y ya está glorificada en cuerpo y alma, la Iglesia contempla en ella lo que ella misma está llamada a ser en la tierra y lo que será en la patria celestial. [CCIC 199]

¿Por qué María tiene un lugar tan preeminente en la comunión de los santos?

María es la Madre de Dios. Ella estaba unida a Jesús en la tierra como ningún otro ser humano estuvo o podría estar, en una intimidad que no desaparece en el cielo. María es la Reina del Cielo, y en su maternidad ella está muy cerca de nosotros.

 

Debido a que se comprometió, en cuerpo y alma, con una misión divina pero peligrosa, María fue llevada en cuerpo y alma al cielo. Cualquiera que viva y crea, como lo hizo María, llegará al cielo. [Youcat 147]

Esto es lo que dicen los Padres de la Iglesia

Cree también que el unigénito Hijo de Dios descendió del cielo a la tierra por causa de nuestros pecados, asumiendo nuestra humanidad, sujeta a las mismas debilidades a las que nosotros estamos sometidos; que nació de una santa Virgen, y por obra del Espíritu Santo. Esta humanidad la asumió, no según una apariencia o mediante algún tipo de ficción, sino de modo verdadero. Ni a través de una virgen, como arrastrado a lo largo de un canal, sino habiéndose encarnado verdaderamente desde ella (y verdaderamente alimentado de ella con leche), comiendo y bebiendo además verdaderamente como nosotros. Porque si la asunción de la naturaleza humana fue un fantasma (y un engaño visual), también la salvación habría sido un engaño. [San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, No 4,9 (MG 33,465)]